DIA 57: Muere Lola Kiepja, la última selk´nam
Hoy, la historia de Lola Kiepja
“Siempre que miro la luna llena veo la cara de Kiepja”. Así comienza el poema que la etnóloga Anne Chapman escribió cuando murió Lola Kiepja.
Lola Kiepja fue la última shelk’nam. Murió un 9 de octubre de 1966 en el hospital de Río Grande. De edad incierta, se calcula que al momento de su fallecimiento contaba con casi 90 años.
Una vida llena de recuerdos de sus ancestros, de su pueblo, que se desvanecía cuando el blanco pisó Karukinka. El genocidio y el etnocidio que sufrió su pueblo fue parte de las vivencias de Lola. La usurpación y privatización de la tierra primero, y las matanzas perpetradas por Ramón Lista, el “Chancho Colorado” y Popper, estas y muchas más, formaban parte de la historia de vida de Lola.
Lola se casó dos veces, primero con un aborigen haush, con el que tuvo seis hijos y luego con un chileno, con quien tuvo cinco hijos más. A su muerte, todos sus hijos habían fallecido.
Lola Kiepja tenía la virtud de ser una chamán, que le fue heredado por su madre. Se contactaba con el espíritu de su tío que había fallecido recientemente. A través de sus sueños, el poder espiritual se transmitía a través de su voz cuando Lola cantaba, “En su sueño él la visitaba y le transmitía su poder a través del canto. Ella había curado tanto a indígenas como mestizos, incluso a algunos blancos. De hecho, la misma Anna Chapman cuenta que en dos oportunidades fue “sanada” por Kiepja.
Dos años antes de su muerte Lola conoció a la antropóloga norteamericana Anne Chapman. En su vivienda en las cercanías del Lago Khami, Lola recibe a la antropóloga estructuralista. Lola y Anne vivieron juntas durante el invierno de 1964, en plena soledad. De esa relación surgió un vínculo de amistad muy fuerte, “Tanto a Lola como a la antropóloga, las unió la soledad y la necesidad de una compañía, transformándose este compartir diario en un verdadero vínculo de amistad.”
En esa estadía invernal Anne realizó el trabajo antropológico más importante de los shelk’ nam y la única que entrevistó a un actor de aquel pueblo fueguino.
Lola, vivió toda su vida apegada a su pueblo, nunca abandonó su cultura, creencias, ritos, mitos, música y mucho menos su tierra. Era la última persona que podía transmitir el conocimiento de su pueblo desaparecido. Y así fue. Lola brindó toda su sabiduría, información y su memoria a Anne. Lola necesitaba transmitir su memoria, porque sabía que, si ella se iba, se perdía definitivamente el espíritu de su pueblo. Recuerda Chapman, “Ella necesitaba alguien que entendiera parte de su pasado y que pudiera acompañarla en su memoria. Si bien Lola estaba bajo el cuidado de una persona, un tal señor Garibaldi, él no estaba mucho tiempo en la reserva donde ella vivía, cerca del lago Fagnano, en Tierra del Fuego (…). Estábamos solas, porque a mí me gusta hacer el trabajo de campo sola, así uno se relaciona con más facilidad con la gente”
Lola hablaba muy poco el castellano, lo que demuestra su resistencia a la aculturación occidental, pero eso no fue una dificultad para el trabajo de campo que realizaba Anne, “Ella hablaba algo de castellano, aunque no muy bien. Estaba muy sola y por eso estaba contenta de hablar conmigo. Yo realmente escuchaba y trataba de entenderla. Ella tenía algunos amigos, pero ya no iban mucho a visitarla ; estaban ya mucho más aculturados que ella. En cambio, conmigo tenía la posibilidad de contar y usted sabe que el contar, uno revive el pasado…”
Entre su labor como investigadora, Chapman registró diálogos, cantos, vocabulario, y tradiciones que provenían de la voz de una chamán shelk’ nam. Todos los testimonios fueron grabados en un grabador magnetofónico. “Las grabaciones comprenden cuarenta y siete cantos entonados por Lola Kiepja, la última indígena auténtica del grupo selk’nam. Los selk’nam carecían de instrumentos musicales y los cantos no llevan ningún acompañamiento, “…varios de esos registros fueron publicados en dos discos producidos por el Museo del Hombre de París.
Cuando Chapman debía partir para regresar a su tierra, Lola ya anciana no quería dejar su lugar. Quería continuar viviendo en su mundo auténtico. El arraigo a su tierra era muy fuerte. Fue trasladada al hospital de Río Grande, lugar donde luego falleció. Su cuerpo descansa en el cementerio de Río Grande, pero su espíritu se lo puede escuchar en el canto del viento, en la energía del mar y en la luna de las noches del Karukinka.
(🎙) Aire Libre FM 96.3: