DIA 73: Muere Ángela Loij

Hoy relataremos la historia de Angela Loigque fallece en mayo de 1974.
El 28 de mayo de 1974, falleció en una pequeña casa de madera de Río Grande, la última mujer que fue parte del pueblo Selk’ nam.
Ángela Loij, vivió gran parte de su vida en la Misión Salesiana, en Río Grande y en las proximidades del lago Khami.
Para muchos Ángela fue la última Selk’ nam, por haber podido transmitir parte de la historia de su pueblo, por haber convivido con ancianos que conocieron el Hain y fueron parte del clan. Pero para Anne Chapman, reconocida antropóloga, la última selk’ nam fue Lola Kiepja. Por no haber vivido en los tiempos del clan, de la vida de nómade, Ángela perdió parte del conocimiento de su pueblo, y parte de su identidad, “Efectivamente, Lola Kiepja fue la última selk’ Nam que había vivido la vida de los cazadores recolectores, Ángela Loij sabía mucho, pero no había vivido así la vida: como Lola…”.

Ángela había nacido a principios del siglo XX en la Estancia Sara, el 1° de abril de 1903, momento en que su pueblo agonizaba y sucumbía por la avaricia del blanco. Su padre Loij se dedicaba al trabajo rural, como peón, cercando campos de ovejas Todos sus hermanos y su madre, fallecieron en la Misión Salesiana.

Viviendo en la Misión, se convirtió al catolicismo, de forma tal, que la fuerza colonial impacta profundamente en la cosmovisión de Ángela. Un relato de Anne Chapman comenta la transformación cultural de Ángela “Su fe no era la de su grupo. Era católica. Amaba sobre todo a Cristo. Y se indignaba al relatar las matanzas de los selk’ nam por parte de los blancos, comentaba que aquellos así pagaron por haber sido crueles entre sí. ‘Dios los castigó, decía, mandándoles matar por los civilizados.”
En la Misión Salesiana trabajó como costurera, lavandera, aunque no aprendió a leer y escribir. De joven, se casó con un aborigen, llamado Nelson. De esta unión tuvo tres hijos. Una hija murió con 16 años, mientras que los otros dos de adultos, sin dejar descendencia. Por su parte, Nelson, murió en la cárcel de Río Gallegos, cumpliendo una pena por haber matado a su primo. Tiempo después, Ángela vivió con un policía. En su última etapa de su vida, vivió con un trabajador chileno, más joven que ella. En 1969, su esposo falleció.

A pesar, de ser descendiente de los pueblos originarios, Ángela Loij, vivió durante mucho tiempo en la pobreza, sin tierra y sin vivienda. Cuando Ángela quedó sola, siendo la última indígena internada en la Misión Salesiana, el director, le propuso que deje el internado; que deje la Misión y se marche al pueblo.
Sin nada, Ángela se las arregló para sobrevivir en el pueblo de Río Grande, como lavandera. A pesar de ser reconocida por los vecinos, su trabajo era mal remunerado. Por eso, vivía en casa ajena.

Al fallecer su último esposo, el Juez de Paz de Río Grande legalizó la posesión en su favor, de una pequeña casa de madera, perteneciente a su marido. Allí vivió, hasta que un infarto terminó con su vida y enmudeció a su pueblo y a su cultura.
Trabajó junto a Anne Chapman, luego del fallecimiento de Lola Kiepja, en los años 1967, de 1968 a 1970 y de 1972 a 1974. Ambas trataron de relacionar e identificar pájaros, montañas, tanto en el idioma original como en castellano. Generalmente hablaba español, pero cuando Anne se lo pedía, sus relatos eran en lengua Selk’ nam, “Le encantaba pasear por el campo, mirar y señalar cerros, ríos, pájaros con sus nombres indígenas y hablar de familias que habían vivido acá y allá. Recordaba con frecuencia los diez años que vivió en la misión salesiana cerca de Río Grande y las religiosas que allí quiso.”

Ángela se consideraba rebelde en su infancia o en su estancia en la misión salesiana. Luis Garibaldi Honten recordó que “la llamaban Olinche, que quiere decir bonita. Lindo cuerpo, lindas facciones… y muy andariega, caminaba mucho…”.
Anne Chapman recuerda a Ángela con dolor, sensibilidad y ternura, “Quiero acordarme de Ángela sonriendo como la última vez que la vi. Y me acordaré de sus manos hermosas, de su humor, de su coraje, de su placer al hacerme participar de aquella cultura milenaria que fue, en los tiempos paleolíticos, la de la humanidad entera.”


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