DIA 174 Chochi Arellano Soy esta mujer (1 parte)
En este día vamos a compartir la historia de una mujer que ama el campo,la escritura y la música, se llama Stella Maris Arellano, mas conocida por Chochi.Es otra de las mujeres que eligió Alejandra Lisardo, para el trabajo que está realizando en la página “ 100RG mujeres” Mujeres de nuestra historia.
El relato comienza así:
Hace 73 años me llamaron Stella Maris Arellano, dos personas increíbles, gente de campo. Ella, Amalia López, pampeana, nacida en Monte Nievas, creció en la zona más arisca de La Pampa, en los campos de Ibrahim Saraham, estancia Currufilú, donde mi abuelo Roque López, además de capataz hacía de guardaespaldas de dicho hacendado, en ésa época bruta y peligrosa donde nombres como Bairoleto, El Menduco y Pedro Moroni, integraban la banda de éste hombre odiado por algunos y amado por muchos. Cuestión que mamita, se acostumbró de muy pequeña a ver llegar ésta gente a desenterrar armas y tarros con municiones y a su madre María Riestra, trajinar como cosa común, con un delantal en cuyo bolsillo siempre un pequeño revolver cargado, las defendería de cualquier peligro. El, mi padre, Elis Ramón Arellano, nacido en Pellegrini, provincia de Buenos Aires, creció junto a sus hermanos en la estancia Los Prados, de un importante estanciero, llamado Francisco Honorato. Allí formó su hombría de bien, honesto, trabajador y capaz.
Yo… Stella Maris, la segunda de tres hermanas, vi la luz en el año 1947, un 7 de marzo, cuando el otoño doraba las hojas de los álamos, de mi Burato querido. Pueblo que en realidad se llama Mayor Buratovich, cuál era el nombre de un militar que dirigiera el tendido de rieles ferroviarias desde Bahía Blanca a Carmen de Patagones.
Mis padres, puesteros de la estancia Isla Verde, lugar totalmente rodeado por mar, al que se llegaba cruzando un paso, “Paso Piedras” cuando las mareas estaban bajas, de allí mi nombre por la virgen de los marinos. Mi escolaridad comenzó a través de las enseñanzas de mi madre, que cada tarde se afanaba en incorporar números y escritura a mi abierto cerebro, ávido de aprender: 2 + 2=4, mamá me ama… pero sin duda, era lengua y literatura lo que más me atraía, así a los 5 años cuenta mi madre, leía de corrido, y a los 12 años, llegó a mi “biblioteca”, construida por mi padre con maderas de cajón, una obra que no entendía pero sabía que era importante tenerla, era Shakespeare! Otelo, El mercader de Venecia y Macbeth, descansaron allí, sin llegar nunca a entenderlos. Cursé mis estudios primarios en una escuela rural de la estancia La Carlota hasta 6to. Grado, no había más. Terminé lo que sería mi única formación escolar, luego fue la vida y los cursos tomados de adulta, los que me dieron herramientas para ganar mi sustento.
Mi adolescencia transcurrió en establecimientos de remate feria de hacienda, donde compañera inseparable de mi padre, aprendí todas las tareas del campo. Por esos días, ya la música y la poesía llenaban las horas ociosas de muchacha de campo.
En ése contexto de soledades, libros y música, escuché una vez en el festival de Cosquín la actuación de un artista que me impresionó por su fuerte personalidad y su voz que atravesando distancias llegaba a los montes del puesto donde crecí. Supe entonces que un día, ése hombre sería importante en lo que esperaba de mi carrera artística, y fue así que años después pude conocerlo cuando llegó a Bahía Blanca integrando una delegación de artistas como Eduardo Falú, Ariel Ramírez, Jaime Torres, Los Chalchaleros y … Jorge Cafrune. A partir de ése día, nació una profunda amistad con toda mi familia y fue así que tiempo después me convocó a integrar un proyecto que se llamó “De a Caballo por mi Patria” el cual consistía en recorrer el país a caballo, con la participación de otros artistas y la invalorable presencia de mi tío Ricardo y mi hermana Norita, sin los que me hubiera sido imposible, dada mi juventud, obtener el permiso de mis padre para dicha gira.
Pero como generalmente ocurre, los sueños no son duraderos de manera que, al finalizar la gira, y debiendo viajar Jorge a Estados Unidos y luego a Europa, ya no pude volar tan alto. Retorné entonces a mi pueblo, a trabajar en una estación de servicios y mientras lo hacía, mis lágrimas se mezclaban con la fría llovizna de aquel invierno inolvidable.
Años después, conocí a quien fuera mi esposo por 37 años, él, Cachi Alazard, jinete y campeón internacional de jineteada, yo, cantora y guitarrera, ambos de origen rural, formamos una familia tradicionalista, alternando el trabajo en el campo con la organización de festivales criollos.
Nuestros dos hijos mayores, Stella Maris y José Augusto, nacidos en provincia de Buenos Aires, acompañaron una decisión muy importante que fue dejar familia y terruño, para buscar un futuro mejor.
En 1980 nos convocaron por una temporada de faena a trabajar en el frigorífico CAP en Río Grande, Tierra del Fuego. Llegamos en los primeros días de ése año a cumplir tareas Cachi como encargado de las viviendas y las compras de la casa de obreros, que venían para la temporada, y yo, como cocinera para la casa de empleados.
Fueron duros los comienzos, el contraste del clima de la Isla con mi provincia de Buenos Aires, y la nostalgia por la familia, pero concluida la temporada volvimos a mi pueblo. A fines del 82´volvimos nuevamente convocados por el frigorífico, época en que todavía se sentía fuertemente la historia vivida en la gesta de Malvinas.
Y esta vez volvimos para quedarnos, yo como encargada en la “Oveja Negra”, hoy Asociación Rural, que en ése momento pertenecía a la administración del frigorífico; y Cachi nuevamente a casa de peones. Nuestro paso por el barrio CAP fue muy gratificante, hicimos amigos con los que compartíamos fines de semana, entre asados y guitarreadas, como los Rossi, Solán, Saracho, Recabal, Odriozola, entre otros, los que ayudaron con su amistad a nuestro arraigo a ésta bendita tierra.
Por hoy, hasta aquí, esta historia continúa mañana.
(🎙) Aire Libre FM 96.3: