El relato de León: Una fuga, una verdadera “cacería humana”

El libro se llama “La fuga, según León”. Es una increíble historia real que sucedió en enero de 1977, cuando Gumersindo León Medina se escapó de la Alcaidía de Ushuaia. Un caso poco conocido y AIRE LIBRE FM lo entrevistó (audio). Fue militar de la Armada y un problema personal derivó en un allanamiento a su casa y una insólita acusación de “marxista”, en plena dictadura. Estuvo fugado 21 días y cayó detenido en territorio chileno, luego de caminar interminables jornadas, cruzar ríos, bosques y escalar 16 montañas sin equipo de seguridad. Actualmente tiene 80 años y sigue viviendo en Ushuaia.

En una apretada síntesis, el libro escrito por Carlos Zampatti comienza señalando: “Les voy a contar mi fuga de 21 días en marcha forzada, cruzando bosques, montañas, ríos y valles. Fueron seiscientos kilómetros en la isla grande de Tierra del Fuego que me llevaron más allá de la frontera con Chile.
No soy un improvisado. En 1964 ingresé en las filas de la Armada Argentina, más precisamente en el Cuerpo de Infantería de Marina. Durante doce años recibí instrucción intensiva, que incluyó actividades de alta montaña en Bariloche, con el ejército. Además, soy paracaidista y piloto privado de avión,
Todo ese aprendizaje me sirvió a la hora de encarar la travesía.
Por aquel entonces, junio de 1976, yo vivía en Río Grande junto a mi esposa embarazada y otros dos hijos pequeños, además de una joven que nos ayudaba en las tareas del hogar”.

“Por un «quítame esas pajas» en la relación de esta joven con un policía, terminé en un calabozo. Ya saben ustedes, eran momentos de extrema represión y estar en la mira de la policía no era algo bueno para seguir gozando de la libertad.
Casi de inmediato fui trasladado a Ushuaia, al mismo tiempo que allanaron un galpón en donde yo tenía cajones con las pertenencias de mi época de comando de la Armada: equipos de hombre rana, paracaídas, uniformes, etc. Todo de mi propiedad y de acuerdo con mi jerarquía. No había armas, pero sí quince proyectiles para fusil y dieciocho para pistola.
Como la causa de la joven no tenía sustento, ahí encontraron una buena excusa para procesarme: me convertí en un presunto subversivo y pasé a depender de la justicia militar.
Estuve detenido siete meses en la alcaidía de Ushuaia”.

“La lentitud con que se trató mi asunto originó muchos reclamos ante el juez federal sin resultados. Las cartas que yo le escribía no sé si llegaban a destino ni si fueron leídas.
Los tratos inadecuados, la sustracción de correspondencia y las mentiras fueron madurando en mi ánimo la idea de fugarme”.

“Interferían hasta las esporádicas visitas de mi esposa, que viajaba desde Río Grande para que pudiera ver a mis tres hijitos, incluyendo a la recién nacida. Para peor, en uno de esos viajes mi esposa se descompuso y debió ser operada de urgencia en el Hospital de Ushuaia. Los tres niños quedaron en casa de una familia extraña, chilenos ellos, que por fortuna se desvivió en su atención mientras yo mascaba la rabia de no poder cuidarlos.
En la madrugada del sábado 22 de enero de 1977 Gumersindo León Medina se fugó de la alcaidía de Ushuaia concretando un plan que preparaba desde hacía varios meses. Su único deseo era terminar con los malos tratos y el hostigamiento de la Policía del Territorio, además de poner a prueba su entrenamiento como infante de marina y sus aptitudes para sobrevivir en las circunstancias más hostiles. No era un preso político, pero hacerlo en plena dictadura implicaba un desafío extra”.

“Fueron veintiún días. Trepó y bajó montañas, vadeó ríos, recorrió valles y se hundió en turbales. Sufrió fríos extremos, nevadas, lluvias y vientos. Deambuló seiscientos kilómetros con los pies ampollados y en carne viva. Fue objeto de hostilidades extremas y de actos de solidaridad conmovedores. Finalmente, logró trasponer la frontera con Chile sin que sus perseguidores pudieran atraparlo.
La fuga de León Medina, aun sin el reconocimiento ni el aura de la de Simón Radowitzky, es quizás la más espectacular de las cacerías humanas realizadas en la Isla Grande de Tierra del Fuego”.
Simón Radowitzky fue un militante obrero anarquista ucranio-argentino de origen judío. Fue conocido por el atentado con bomba que mató al jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón, responsable de la brutal represión de la semana roja de 1909 en Buenos Aires.​​

LA ENTREVISTA CON LEÓN

En la nota radial que se difundió este sábado en AIRE LIBRE FM, Gumersindo León Medina recordó cómo comenzaron sus problemas: “Esta joven andaba mezclada con un policía, era menor, y yo no quería que saliera de noche. Un día fueron ellos a inspeccionar un lugar donde yo tenía guardado mis cosas y encontraron municiones. Me detuvieron por tener sin debida munición de guerra. Eso lo tendría que haber hecho el BIM 5. Claro que yo, cuando me fui de baja, tendría que haber devuelto esas municiones. Pero como estaban desparramadas por distintos lugares, no les di importancia. Sabía que estaban, pero no les di importancia las municiones. Y como era época de la dictadura, no se podía tener, excepto de ser un militar autorizado, de tener arma o municiones. Y yo, mientras era cabo principal del BIM 5, estaba autorizado a tener en mi casa arma y munición. Pero cuando dejé Marina, yo era piloto del Aeroclub y era instructor de paracaidismo. Así que vivía en el Aeroclub, pero mis cosas las tenía en un galpón. Me detienen, pero me metieron en un número dentro de eso de la subversión. Y se declararon incompetentes y me entregaron a la Armada. Pero antes de eso, yo cuando dejo el BIM 5 voy a trabajar a YPF. Y YPF me manda a Salta a hacer unos cursos para hacerme cargo de una planta de reinyección de gas de San Sebastián. Vuelvo y trabajaba ahí en San Sebastián cuando tuve ese problema.
Mi esposa queda sola con los chicos, ahí viviendo en el Aeroclub. Yo estaba detenido acá en Ushuaia. Pero resulta que había tres oficiales que fueron conscriptos del BIM 5 y luego hicieron el curso. Nos teníamos una pica de aquella. Con ellos. Pero sí lo trataron mal a mi esposa delante de mis ojos. O sea, yo estaba en una ventana mirando y veía cómo lo echaban a mi mujer con su bebé. Y mal, mal, mal. Y yo digo, esto me lo van a pagar. Esto me lo van a pagar. No saben con quién se están metiendo. Entonces me preparé, listo, les voy a demostrar quién soy. Me voy a mandar a mudar de acá y van a ver. Y eso fue lo que pasó. Me preparé yo de un paracaídas que tenía afuera. E hice una mochila para cruzar las montañas. Estuve 21 días caminando por los montes. Me escalé 16 montañas. Porque yo había hecho un curso, mientras era militar, un curso de escalador militar con el ejército en Bariloche. Así que las montañas de acá, a pesar de que no las conocía y eran peligrosas porque son montañas de piedra muy suelta. Pero igual, los crucé a todas los 21 días hasta que cruzó a Chile”.

Luego reseñó: “La policía pidió ayuda al BIM 5 para que me trataran de ubicar. Pero yo andaba entre medio de todo ello. No me veían. Vivía camuflado. Dormía cerca de ellos. No les tenía miedo. A la policía no le tenía miedo. Sí le tenía respeto al BIM 5. Pero dentro del BIM 5, a los suboficiales que sabían de montaña. Pero a los conscriptos del BIN 5 no, porque no tenían instrucción de montaña. Y yo vivía por arriba de la montaña. Bajaba. Cuando se terminaba la montaña, bajaba, por supuesto. Bueno, que ellos me cazaran. Pero pidieron ayuda al BIN 5. Yo los vi a los del BIN 5. Los veía. Conocía los vehículos. Pero, lógico, me mantenía a distancia de ellos. Encontré, de casualidad, encontré al quinto día de haberme fugado una señora en el medio del monte con una bebé. Esa bebé hoy es secretaria acá en la Gobernación.
Esa señora me dijo que su papá había viajado a Ushuaia. Ella vivía con el padre ahí en el monte, porque el padre trabajaba con aserraderos. Me dijo mi papá que si usted llegaba a aparecer por acá, que yo lo atendiera y usted podía ocupar hasta la cama de él. Fue algo extraordinario. Fue una real bendición de encontrar una persona así que me atienda y me dio de comer. Yo no conocía, no conocía la ruta, porque yo conocía del lago Fagnano hacia Río Grande, no hacia Ushuaia. Por eso tenía que venir todo el tiempo por la montaña para darme seguridad”.

¿Cómo trataba de ubicarse? ¿Quería escapar hacia cualquier lado o ir hacia Chile?

“Yo quería irme hacia Chile. Me tuve que guiar por las montañas, por arriba, no por el costado de la ruta. Después que cruzo el Paso Garibaldi, trato de apegarme un poco hacia la ruta, pero me encuentro con el río Milna. Ojo que me agarraron nevada en pleno enero. Las nevadas de antes no eran las de ahora. Y los ríos estaban muy crecidos, muy crecidos. Y yo tenía que cruzar el Milna porque tenía miedo que esa agua me llevara hacia el Atlántico. Entonces yo no quería ir hacia el Atlántico. Tenía que cruzar el río sí o sí, pero no sabía adónde. Y justo salgo en la casa de esta señora. Tenía un perro y había muchos troncos en el agua, en el río Milna.
Y ella me gritó del otro lado del río que lo siguiera al perro porque el perro cuando me vio enseguida vino hacia donde yo estaba, pisando los troncos. Él sabía qué tronco unía a quién. Entonces ella me dijo que yo le siguiera al perro y lo seguía al perro y así crucé el río Milna. Y ahí llego a la casa de ellos. Fue fabuloso eso”.

“Bueno, ahí también me encontré con caballos salvajes. ¡Uf! Fue terrible. No me atacaron. Una yegua era. Me pegué un jabón de aquello porque eran un montón de caballos y la yegua a muy poca distancia mía. Yo sé andar a caballo. Digo, bueno, me voy a agarrar uno y me voy a caballo. No, macanas, si son caballos salvajes, no están domados a andar a montar un caballo de esos”.

¿Y después cómo siguió toda su trayectoria?

“Una vez cruzado el Milna. Más vale caminaba de noche cuando iba paralelo a la ruta. De día, sí, en el monte. Yo quería ir hacia el Yehuin, pero me perdí y volví a salir en Tolhuin. Ahí, mientras tanto, que estaba en el monte, me aparecen perros salvajes. Julepes más porque yo no sé cómo van a reaccionar estos animales. Y los miraba de reojo hasta que se dieron vuelta los dos juntos y volvieron sobre el camino que ellos habían llegado.
Salgo a la ruta, pero ya el problema para mí iba a ser de que no iba a tener agua porque ya no tenía comida. Así que vivía tomando agua o comiendo pasto. Aparezco abajo de un puente de la ruta vieja y yo quería tomar agua y el río estaba… O sea, la barranca estaba muy alta. Me caigo al agua para tomar agua”.

En otra parte de la nota, recordó que “Llego hasta Chile, bueno, donde la pasó bastante mal también, ¿no? No me iban a agarrar. Ojo que de repente aparezco en una estancia antes de la frontera todavía. Entro adentro del galpón y había una comparsa de esquila. Estaban esquilando ahí adentro. Y lo llaman al capataz y aparece un petiso gordo con la cara llena de cicatrices y me dice que yo a él lo comprometo. ¿Cómo ya sabía quién era yo? ¿Sabe qué? Le digo, yo tengo con qué carnear un ternero o una oveja, pero no quiero. No quiero matarme a un animal. Yo quiero que usted me dé unos cueros que hay abajo del piso y un pedazo de carne y listo. Eso nomás. Me dice que espere y se va a él con una camioneta arriba en un cerro donde estaba el casco de la estancia. Se ve que desde ahí, desde la estancia, estaban hablando a Río Grande, a la policía, que yo estaba ahí. Y baja el dueño de la estancia con un arma. Antes de que él cargara la pistola, yo le pegué un salto y me tiró. Yo sentía los plomos alrededor de mi pierna.
Como que estaba contra el pasto. Y yo corrí más o menos unos 20 metros y salto un alambrado. ¿Se imagina que hacía 12 días que andaba caminando? Y todavía tenía fuerza para saltar un alambrado. Cuando iba caminando, viene una columna de vehículos. Eran los Falcon en aquel entonces que usaban la policía. Y pasaron ellos y seguí viaje yo. No daba más cuando llego al cerro ahí donde está la estancia esa. Descansado me tiro a descansar y de ahí subo el cerro de día. Tenía que moverme de noche. Así que a la noche seguí viaje hacia, rumbo a donde yo escuchaba el hombre este que estaba hachando”.

“Amaneció y escucho de vuelta el hachero. El hachero estaba cerquita mío. Y le dije, no quiero que me vea con cara de delincuente, pero yo tengo un problema con la justicia y lo único que quiero es comer algo. Ahí me dio un termo de café con pan frito. Me llevó a su rancho y me dio un abrigo. Me dice uno, andá al monte ahí, descansá mientras yo te preparo algo de comida. Y él era el cocinero de la estancia. Ah, mire usted. Así que me preparó un estofado de cordero extraordinario”.

¿Cómo subsistía comiendo casi nada?

“No, no. Por ejemplo, esta mujer me dio comida como para tres días. Cuando ya llego a la estancia dos hermanas, ya no tenía comida. Por eso llego a pedir algo ahí. Después llego a donde estaba el hachero. Este también me dio algo. Entonces, como la policía no me podía agarrar, le avisa a los Carabineros que yo andaba fugado y que era marxista-leninista. Así que cuando me vieran, que me mataran. Esa era la orden que tenían los carabineros.
Me lo dijeron ellos porque me bajaron a balazos. Luego me llevaron a Punta Arenas. ¡Uy, lo que sufrí! No tenía atención médica. Pasé 36 horas sin atención médica. Y así en Punta Arena me atendieron. El ejército me atendió. Y me quebraron la tibia y el peroné a balazos. Muchos que se quiebran, sufren después por el mal tiempo. Yo nada, nada, nada, ni un solo dolor. Y no derramé ni una gota de sangre. ¡Nada!

Por último, manifestó que “los infantes me tenían que mandar de vuelta aquí a Ushuaia. De aquí va el Lear jet a buscarme. Y cuando llega el avión acá, te imaginas. Haces cuenta que venía Frank Sinatra. ¡La cantidad de gente que había en el aeropuerto! Ahí estuve hasta que me recuperé bien. Después de una vez que me recuperé bien, los días los pasaba en aeronaval de acá a Ushuaia. Hasta que me llevan a Buenos Aires. Porque me tenían que juzgar por las municiones. Y me dieron cuatro años y seis meses por tener sin debida munición de guerra. Yo no creía que me iban a juzgar. Porque cualquiera tiene una munición. Era una cacería humana. Y me iba al Batallón 5 y volvía contento que me tenía que ir a Buenos Aires. Y mi esposa se quedaba con los lagrimones de aquello. Claro, yo feliz, pero ella no. Esos aviones que tenían cuatro motores. Y nos agarró una tormenta antes de cruzar el Estrecho Magallanes que se me descompone mi policía que me custodiaba. Al final lo tenía que cuidar yo a él. Fue un espectáculo eso…”



() Aire Libre FM 96.3: