“Hay menos ovejas, menos gente viviendo en los campos y hay menos esquiladores”
A mediados de los ochenta había en esta provincia unas 720.000 ovejas. Hoy, según afirma el médico veterinario Fabián Zanini, el número no supera las 285.000 cabezas. “Eso es todo responsabilidad del perro”, remarca este especialista y asegura que desde la sanción de la Ley que declaró al perro asilvestrado especie exótica invasora en los campos “se avanzó poco”.
La familia de Jorge Sevillano llegó a tener 17.000 ovejas en un campo ubicado a casi 100 kilómetros de esta ciudad. Hoy le quedan 300 ejemplares, solo para autoconsumo. La causa del declive es sorprendente y tiene que ver con una realidad que aquí todos señalan como grave. “Se las llevaron los perros asilvestrados”, afirma.
A mediados de los ochenta había en esta provincia unas 720.000 ovejas. Hoy, según cuenta el médico veterinario Fabián Zanini, el número no supera las 285.000 cabezas. ¿Por qué la baja? “Eso es todo responsabilidad del perro”, remarca este especialista.
Los perros asilvestrados son animales que alguna vez se alejaron del control de sus amos y, al perder el contacto con el humano, fueron regresando a un estadio similar a sus antecesores, los lobos. Son perros que eran domesticados pero que sus dueños abandonaron o directamente dejaron de controlar. Zannini explica que aquí el 55% de los perros tiene acceso al espacio público sin el control de su dueño.
Si bien no hay un número sobre cuántos perros asilvestrados hay hoy sobre los campos de esta provincia, Zanini apunta a las ciudades desde donde se han generado los problemas justamente por los perros que el hombre dejó de controlar. En Río Grande, por ejemplo, según dice -referenciando datos del área de zoonosis- hay unos 34.000 perros dentro de una ciudad de unos 120.000 habitantes. Hay un promedio de 1,2 perros por domicilio, con barrios donde esa cifra se estira a 1,6 perros.
Los perros asilvestrados fueron expandiendo su radio de acción hacia zonas rurales, en campos con montes donde encontraron un hábitat para el refugio, la comida y la reproducción. Si bien hoy atacan sobre todo a las ovejas, y también a terneros y vacas, su base de alimentación es el guanaco, otro animal que aquí representa problemas para los campos ganaderos porque compite por el pasto de las vacas.
“El perro en los campos mata más (a la oveja o a los terneros) para divertirse que para comer, pero hace un desastre”, señala Iván Henin, administrador de la tradicional estancia José Menéndez. De 25.000 ovejas, este establecimiento perdió 10.000 por los perros.
Hoy están por todos lados y es un problema que tiene un impacto en toda la actividad y genera riesgos. Hace unas semanas, un puestero de Sevillano estuvo más de horas trepado en un árbol cuando, en medio del campo, alertó a una jauría de perros que se le venía encima.
“En los campos hay generaciones de muchos años que no han tenido contacto con los humanos”, apunta Henin. En rigor, los primeros problemas con los perros asilvestrados datan desde los setenta.
Zanni destaca el impacto en la actividad. “Hay menos ovejas, menos gente viviendo en los campos y hay menos esquiladores. Yo soy veterinario, vendo insumos y también ha disminuído mi trabajo”, acota.
“Al haber menos gente en los campos (a causa de la pérdida de la población de ovejas) hay menos gente recorriendo y controlando. Para los perros es como si estuvieran en un supermercado (por la disponiblidad de comida en los campos)”, agrega.
Algunos productores han encarado la reconversión hacia la ganadería vacuna. En esta provincia, donde el 98% del rodeo bovino es Hereford, había 15.000 vacas hace 15 años y ahora ese número se ubica en 45.000.
“Hubo un crecimiento porque la gente se pasó. Va a seguir creciendo (la ganadería vacuna)”, destaca Jorge de las Carreras, propietario de la estancia La Retranca.
“Nosotros nos reconvertimos, pero el problema sigue estando y se agravó”, acota Sevillano, quien hoy está apuntalando su trabajo con una cabaña de Hereford.
Así como para las ovejas algunos productores usan perros protectores de ganado (de razas europeas) que disuaden a los perros asilvestrados, otros buscan hacer lo mismo para cuidar a los terneros.
Por la ley provincial 1146 de 2017, según destaca Zanini se declaró al perro asilvestrado especie exótica invasora en los campos. La norma obligó a crear un programa de manejo. Contempla desde acciones directas en las zonas rurales (hace un tiempo el gobierno provincial desmintió en medio de una polémica que hubiera un plan para matar a los animales), trabajos con perros protectores en los campos hasta concientizar para una tenencia responsable de los perros en las ciudades. Para este veterinario, pese a la norma “se avanzó poco”.
En algunos lugares se está trabajando con cámaras para monitorear el movimiento en los campos. Por ejemplo, pasa en la estancia José Menéndez. Allí tienen cinco cámaras y hacen un monitoreo de las jaurías.
En Río Grande los perros en la ciudad tienen que tener un implante de microchip que sale 6 dólares y costea el municipio, según cuenta Zanini. Es una forma de tener información sobre el animal, pero no alcanza para abordar este tema. De hecho, de acuerdo al veterinario los perros chipeados no llegarían al 50 por ciento.
Los perros asilvestrados tienen su propio documental. “Perros del Fin del Mundo” es un documental de Juan Dickinson que relata cómo se generó un problema grave en esta provincia que vio mermar de manera estrepitosa su población de ovejas y plantea riesgos para la ganadería vacuna.
(La Nación)